Si en su primer libro, Crecer con pantallas, Laura Cuesta (Madrid, 1976), que ha sido miembro del comité de expertos para el desarrollo de un entorno digital seguro para la juventud y la infancia impulsado por el Gobierno, se centró en explicar a las familias, docentes y educadores de qué se trataba el entorno digital, los riesgos asociados, y cómo se podía hacer un buen uso de las tecnologías; en este segundo, que acaba de publicar, Conectados, ha intentado hacer un manual sencillo y accesible para cualquier persona que no tenga competencias digitales para poner algo de luz sobre la pregunta que le hacen a diario, y que «desborda a las familias», sobre cuál es la mejor edad para dar el móvil. «Y sobre todo porque parece que se han creado dos bandos muy claros entre que tenemos que prohibir los dispositivos hasta los 16-18 años, y padres que se sienten mal, enjuiciados, criticados, o que lo tienen que hacer por necesidad...», dice esta profesora universitaria, que se ha especializado en formar a familias, docentes y menores en el uso seguro y saludable de la tecnología.
—Es una guía práctica porque llega un momento en que no podemos separar adolescentes y pantallas, ¿no?
—Empiezo hablando de qué tipo de dispositivos hay, porque muchas veces lo que hacemos mal cuando hablamos de móviles sí o no, si los prohibimos o no, es pensar en un smartphone. Y cuando las familias tienen necesidades, porque prácticamente hoy en casi todas, padre y madre trabajamos fuera de casa, y los niños llegan a casa solos, o están con una cuidadora o en extraescolares toda la tarde, y queremos saber si han llegado o están bien... Para estas necesidades, que son de la familia, no del niño, no hace falta que tengan un smartphone, que tiene posibilidades muy buenas, pero también muchos riesgos. Hay otras opciones muy válidas, la primera de todas, un móvil tonto, lo que llamamos dumb phones, sin conexión a internet. Otros padres pueden elegir un reloj inteligente, que simplemente sirve para mandar SMS o para hacer una llamada y poder localizarles. Para esas familias que no quieren introducir el móvil todavía, porque el niño es menor, 9,10,11 años, y consideran que no tiene que tener un smartphone, hay alternativas.
—¿El «smartphone» a qué edad debería llegar?
—Creo que no se debería dar antes de los 14 años, porque los teléfonos sin internet pueden facilitar las necesidades que puede tener un niño o una familia. Por ejemplo, los niños antes de esa edad pueden tener la necesidad de comunicarse con sus compañeros, hay que entender cómo es el entorno de los menores hoy en día, no es el que vivimos nosotros. En mi casa no hay teléfono fijo, y hoy en día muchos niños para hablar de los deberes, para coordinarse, por ejemplo, cuando hacen trabajos conjuntos, ya se comunican por WhatsApp. Yo a mis hijos hasta los 14 no les di un teléfono propio, lo que había era uno en el salón, un móvil antiguo que les dejaba utilizar simplemente para entrar en ese grupo del cole y comunicarse. Pero no era su móvil, era una herramienta que les facilitaba para que pudieran hacer esta serie de actividades. Las familias tienen que adecuar las herramientas digitales al momento en el que están viviendo sus hijos.
—A los 14 están preparados.
—Para mí sería una edad recomendable, porque ya es una edad a la que empiezan a tener una mayor madurez, mayor responsabilidad, pero no solo en el entorno digital, sino en general. Los padres tienen que saber que no todos los hijos se desarrollan y adquieren las mismas responsabilidades y madurez en el mismo punto. Los que tenemos varios hijos lo hemos vivido. Si te cuesta que haga la cama, que recoja su habitación, que te ayude con las tareas domésticas, que se siente a hacer los deberes cada vez que viene del cole... A lo mejor no merece la pena meterle una nueva responsabilidad como es una herramienta digital. En estos casos, a lo mejor sí que nos conviene retrasarlo.
—Hay padres que llegados esos 14 también se resisten, ¿qué opinas?
—Lo primero, respeto la decisión de cualquier familia, eso que vaya por delante siempre, pero no estoy de acuerdo con esas corrientes que surgieron a finales del 2023 que pedían que se legislara para prohibir el acceso de los móviles hasta los 16. La asociación de Adolescencia Libre de Móviles recogió 30.000 firmas para crear una ley. Yo no estoy de acuerdo, porque así estás coartando la libertad del resto de los padres. Si hay padres que están haciendo bien su obligación, que es la mediación parental de acompañar, supervisar, orientar a sus hijos en este proceso de alfabetización digital desde los 13 o 14 años, ¿por qué una ley les va a obligar a no poder darles el dispositivo hasta los 16? ¿Que va a haber policías poniendo multas si ven que hay un menor de 16 con móvil? Legislativamente, no tiene recorrido. Y también porque entiendo que la educación, me da igual en el entorno físico o digital, tiene que ser progresiva.
—¿A qué te refieres?
—Si yo quiero que mis hijos vayan aprendiendo no solamente los beneficios que les pueden dar las tecnologías digitales, sino los riesgos, por supuesto, como con cualquier otra herramienta, les tengo que ir educando, formando y supervisando de manera progresiva antes de darles los dispositivos. Si me espero hasta los 16, esto tiene pros y contras. No es lo mismo poner normas y límites a un menor de 11,12 o 13, que a un adolescente de 16. Va a ser mucho más difícil que acepte de manera gratuita el que yo le diga que no, o que le diga que vamos a ponerle unos controles parentales, o que vamos a supervisar su actividad digital, queremos saber tus contraseñas... A esa edad ya tiene por ley todo su derecho a la privacidad e intimidad.
—También hay que poner el foco en la tarifa que se les pone, ¿no?
—Yo voy recomendando los tipos de móviles según las edades, pero también hablo de tarifas, porque aquí los padres se suelen equivocar. La media ahora mismo en la que se está dando un smartphone es de 10,6 años, se están dando de regalo de comunión... Esto es muy terrible, y además, por supuesto, sin ningún tipo, muchas veces, de supervisión, sin controles parentales, y lo peor, encima, con tarifas de datos ilimitadas. Yo, si quiero que mi hijo aprenda lo que es el autocontrol, no puedo darle una tarifa ilimitada, porque nunca va a adquirir la capacidad de controlarse. Mi hijo acaba de cumplir 18 y no la tiene, y mira que son baratas, porque si de repente va en el bus y se tira dos horas viendo Netflix y se gasta todos los datos, hasta el mes que viene no tiene más. Tiene que aprender a regularse con lo que tiene.
—¿Para hacer un buen uso del móvil es necesario un contrato entre padres e hijos?
—Para ese primer móvil puede ayudar. Ojo, tiene que estar consensuado, no puede ser una imposición de los padres a los hijos, sino que vamos a intentar que cada una de las cláusulas las aceptemos entre todos. Tienen que entender que no es un juguete, que no es un regalo. Muchas veces les digo a los padres que eviten regalar teléfonos por el cumpleaños, Navidad o las buenas notas, y que, por el contrario, si hacen algo mal o suspenden, no les castiguen quitándoles el móvil. No lo utilicemos como moneda de cambio: si te portas bien, te regalo el móvil; si te portas mal, te lo quito. Al final, es una herramienta que les facilitamos, igual que los libros o un ordenador, para seguir aprendiendo. Y hay una serie de cláusulas que tienen que cumplir: un límite horario, que hasta que sean mayores de edad vamos a conocer las claves, que tenemos que autorizar la descarga de cualquier app que conlleve un gasto...
—¿El tiempo depende de la edad?
—Sí, no es lo mismo un menor de 12 que uno de 15. También influye cuántas horas pasan nuestros hijos conectados en el ámbito escolar. Hay colegios que están totalmente digitalizados, y se pasan ocho horas al día con ordenadores, ahí tenemos que reducir nosotros el tiempo de pantalla. Si solo usan libros y cuadernos, podemos abrir un poco más la mano. Pero no solo hay que fijarse en el tiempo, es muy importante saber qué están haciendo. Oímos a padres que dicen: «Mi hija es adicta a Instagram o mi hijo es adicto al móvil». Tenemos que implicarnos y saber qué tipo de pantalla están consumiendo. No es nada beneficioso que esté dos horas haciendo scroll en TikTok o Instagram, ya solo por fatiga visual, pero tenemos que enseñarle que pueden hacer un uso creativo, igual están escuchando música en Spotify, o grabando un vídeo y editando.
—¿Dónde está la línea entre supervisión e intimidad? ¿Tenemos derecho a entrar en sus cuentas?
—La ley actualmente —puede cambiar si se aprueba un anteproyecto de ley que ya fue aprobado en el Consejo de Ministros en julio— dice que a partir de los 14 años son gestores de su propia identidad, de sus datos. Es decir, ya pueden hacer uso y tener presencia y perfil en cualquier plataforma, son libres de subir cualquier publicación, imagen o contenido. Antes de los 14 años, somos sus padres y sus tutores los responsables legales de toda la actividad que tengan en el entorno digital, y, por tanto, tenemos que vigilar todo lo que ocurra. Lo que se está pidiendo es elevar hasta los 16, es decir, hasta esa edad no podrían registrarse en ninguna aplicación. Ahora mismo, los padres están en una situación complicada porque a partir de los 14 no pueden entrar en sus dispositivos o redes para ver qué están publicando, pero también tenemos que ir vigilando para protegerlos de cualquier riesgo. Porque la ley también dice que, en caso de cualquier duda de que le pueda estar sucediendo algo a un menor, aunque sea mayor de 14, los padres tenemos la obligación de entrar para salvaguardar su seguridad. Si yo creo que mi hijo está sufriendo ciberacoso o sextorsión, podríamos acceder.